sábado, 18 de septiembre de 2021

La historia de un sufrido hijo de puta - Charles Bukowski

El escritor Charles Bukowski fue un amante de los gatos. Tuvo 9, pero el más especial para él fue un gato callejero bizco al que le salvó la vida.

“Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos uno tenga, más tiempo vivirá. Si tenés cien gatos, vivirás diez veces más que si tenés diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo”. ( De una entrevista que le hizo Sean Penn)

Aquí compartimos el texto "La historia de un sufrido hijo de puta" de  Charles Bukowski.

La historia de un sufrido hijo de puta - Charles Bukowski

La historia de un sufrido hijo de puta - Charles Bukowski

"Una noche llegó, piel y huesos a mi puerta, mojado, apaleado,

temeroso...

Era un gato blanco, bizco, rabón,

lo dejé entrar y lo alimenté, fue uno más en la casa.

Desarrolló hacia mí cierta cariñosa confianza

hasta que un buen día un conocido,

estacionando en mi cochera,

pasó con su auto por encima del gato blanco bizco rabón,

de inmediato llevé lo que quedaba de él a un veterinario que dijo:

No hay mucho para hacer… dale estas pastillas… su espinazo

está aplastado, pero fue aplastado anteriormente y de algún modo

logró sanar, si sobrevive no volverá a caminar, mira estas radiografías

le metieron un escopetazo,

mira estos puntos oscuros

son perdigones enquistados…

Además, alguna vez tuvo una cola

y alguien se la cortó…

me llevé el gato a casa, era un verano caliente, uno de los más calientes en décadas

puse al gato en el piso del baño,

le serví agua, sus pastillas, no deseaba comer ni beber agua,

yo sumergía mi dedo en el agua, le humedecía la boca, el hocico,

y le hablaba...

Ese verano no fui a ningún lado, pasé muchos días

de ese verano en el baño hablándole, acariciándolo suavemente,

él me miraba con esos ojos que se le entrecruzaban

mientras tanto pasaban los días.

Una tarde realizó su primer movimiento

arrastrándose con sus patas delanteras

(las traseras no querían moverse)

llegó hasta el rincón donde yo había preparado su cama

se arrastró un poco más y se dejó caer en ella,

fue para mí como el sonido de un clarín presagiando la victoria posible

aturdiendo el baño, desparramándose por la ciudad, yo le conté entonces a ese gato 

-que la había pasado mal también, no tan mal,

pero bastante mal…

una mañana se irguió, se paró sobre sus patas, cayendo luego de espaldas,

me observaba mansamente.

Lo puedes hacer...' le dije.

él insistió, se levantaba y volvía a caer, una y otra vez,

finalmente

caminó unos pocos pasos, era la viva imagen de un borracho,

sus patas se negaban a obedecerle, cayó nuevamente, descansó

y nuevamente se levantó.

Ustedes conocen el resto de la historia: está mejor que nunca,

bizco casi sin dientes, pero ha recuperado su gracia, y esa mirada

de sus ojos, pícara, no lo ha abandonado…

Algunas veces me hacen entrevistas, ellos desean saber

de mi vida, de mi literatura,

yo me emborracho, alzo en brazos a mi gato bizco, herido de bala, atropellado dos veces, rabón y digo: "miren, miren esto!!!"

Ellos no entienden nada, insisto, nada de nada, preguntan algo por el estilo de:  "reconoce usted influencias de Celine?".

"no", levanto mi gato, 

"por lo que sucede, con cosas como esta, como esta !!!".

Sacudo a mi gato, lo llevo

hacia la luz brumosa por el humo y el alcohol, está relajado, él sabe…

Este es el momento en que la entrevista finaliza;

a veces me siento orgulloso cuando miro las fotografías

ahí estoy yo, ahí está mi gato, hemos sido

retratados juntos

él también comprende que son boludeces, pero que de alguna manera te ayudan."

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